Es un año especialmente complicado en España este que estamos viviendo. La sabiduría popular dice que “año bisiesto, año siniestro”. Pero no pensábamos que iba a ser tan complicado y difícil como el que estamos pasando. Van corriendo los días, ajustándonos y reajustándonos a la pandemia que estamos viviendo.
No sólo repercute en la economía, sino en la vida. Nos han cambiado los planes y ritmo de trabajo. A nivel de familia, el confinamiento ha hecho tener que reajustar la vida familiar. La enfermedad se ha hecho presente de forma dura. Los planes de vacaciones o de verano han tenido que posponerse o reajustarse también. El golpe a sido fuerte a todos los niveles: personal, social, económico… De alguna manera nos encontramos paralizados ante las dificultades que nos impiden volver a otros tiempos y modos de vida y de relación. La gente tiene miedo al contagio. Las medidas tomadas para prevenir los contagios como el mantenimiento de la distancia de seguridad, el aforo que hay que guardar en las tiendas, iglesias y lugares públicos cerrados, el número de personas que pueden reunirse para celebrar algo, el cuidado y visitas a nuestros mayores… han cambiado el modo de relacionarnos con los demás. Ante esta situación necesitamos volver sobre nosotros mismos y ser conscientes del sentido que damos a nuestra vida. Toda persona necesita cuestionarse, interrogarse, plantearse esas cuestiones radicales, existenciales: ¿En qué apoyo mi vida? ¿Cuál es su cimiento? ¿Por qué y para qué vivo? Como dicen los sabios y entendidos en cuestiones humanas, quien sabe de dónde viene y hacia dónde va en la vida, ya sabe mucho y definitivo en la existencia.
Las personas creyentes, al hacernos este tipo de planteamientos, nos preguntamos qué lugar damos a Dios, qué importancia tiene en nuestro vivir. Creemos que la vida es don de Dios y que Él nos acompaña en nuestro caminar. En este tiempo nos encontramos con la tarea de cuidar la vida, la nuestra y la de los demás. Las autoridades sanitarias nos dan una serie de recomendaciones para ello y no podemos obviarlas.
Cuando creemos y confiamos en Él nos damos cuenta de que la fe nos ayuda a enfocar nuestra existencia y todo lo que la rodea: nuestra entrega, nuestro trabajo, nuestra salud… Es verdad que, como en los viajes de avión, también encontramos turbulencias que nos inquietan. Estas en la vida tienen que ver con enfermedades, crisis personales o familiares, cuestiones económicas, cuestionamientos religiosos… Estas también se sobrellevan si sentimos a Dios como el fundamento en el apoyarnos, la roca que nos salva, la piedra angular… Vivir desde este convencimiento es fuente de gran serenidad y confianza en la vida.
Anno particolarmente complicato, quello che stiamo vivendo in Spagna. La sapienza popolare dice: «anno bisesto, anno funesto», però non si pensava che sarebbe stato tanto complicato e difficile, come quello che stiamo attraversando. Lungo lo scorrere dei giorni, ci adattiamo e riadattiamo alla pandemia, che non si ripercuote solo nell’economia, ma nell’intera vita. Sono cambiati piani e ritmi di lavoro; anche a livello familiare, il confinamento in casa ha chiesto di riadattare la vita quotidiana. La diffusione della malattia ha intaccato i piani di vacanze o di viaggio: sono stati rinviati o almeno ridotti. Le conseguenze sono state forti ad ogni livello: personale, sociale, economico.
Ci troviamo paralizzati davanti alle difficoltà che inficiano la vita di relazione nei tempi e nei modi. La gente ha paura del contagio. I mezzi indicati per prevenirlo, come il mantenimento della distanza, la chiusura di chiese e locali pubblici, un ridotto numero delle persone per le riunioni hanno cambiato il modo di relazionarsi.
In questa situazione dobbiamo guardare a noi stessi ed essere coscienti del senso che diamo alla nostra vita. Ognuno deve interrogarsi, porsi le questioni più radicali ed esistenziali: Qual è il sostegno della mia vita? Per chi e perche cosa vivo? Come dicevano i saggi sulle questioni dell’umano, chi sa da dove viene e dove va, conosce già molto e definitivo dell’esistenza.
I credenti possono domandarsi quale posto diano a Dio, quale importanza abbia per la loro vita. Crediamo che la vita è un dono di Dio e che ci accompagna nel nostro cammino? In questo tempo così singolare, ci stiamo incontrando con il compito di prendersi cura della vita, della nostra come di quella degli altri. E non possiamo trascurare la serie di raccomandazioni che ci sono dare dalle autorità sanitarie.
Quando crediamo e confidiamo in Lui, ci rendiamo conto di quale aiuto sia la fede quando intorno ad essa concentriamo tutta la nostra esistenza, dal lavoro alla salute. Nei viaggi in aereo, ogni volta che incontriamo delle turbolenze, queste ci inquietano. Le turbolenze della vita sono le infermità, le crisi personali o familiari, le questioni economiche, le crisi religiose… Sentire Dio come il fondamento al quale appoggiarsi, la roccia che ci salva, la pietra angolare … vivere con questa convinzione è fonte di sererntà e confidenza nel mistero della vita.